DOMINGO 7 DE FEBRERO DE 2010
De la intensa labor como traductor de Henri Meschonnic (París, 1932- Villejuif, 2009) quedan como verdaderos mojones sus trabajos sobre la Biblia, entre los que cabe mencionar Les Cinq Rouleaux (Le chant des chants, Ruth, Comme ou Les Lamentations, Paroles du Sage, Esther) (Gallimard, 1970), Jona et le signifiant errant (Gallimard, 1981), Gloires, traduction des psaumes (Desclée de Brouwer, 2001), Au commencement, traduction de la Genèse (Desclée de Brouwer, 2002),Les Noms, traduction de l’Exode (Desclée de Brouwer, 2003), Et il a appelé, traduction du Lévitique (Desclée de Brouwer, 2003), Pero Meschonnic fue además historiador y teórico de la lengua, así como ensayista y poeta. De hecho, en numerosos ensayos unió estas dos últimas pasiones, constituyéndose en un pensador insoslayable a la hora de teorizar sobre la poesía. Por lo tanto, la publicación en la Argentina de Un golpe bíblico a la filosofía (en traducción de Alberto Sucasas), La poética como crítica del sentido y recientemente de Etica y polìtica del traducir (estos dos últimos en traducción de Hugo Savino) resulta un acontecimiento de la mayor importancia. Así lo vio la poeta, ensayista y traductora Sara Cohen, quien publicó el sábado 6 de febrero de este año el siguiente comentario en la revista Ñ acerca del último libro citado, lanzado por la editorial Leviatán.
Poeta, traductor, ensayista y crítico polémico dentro del ámbito literario francés, Henri Meschonnic fallecido el 8 de abril de 2009 a la edad de 76 años, hizo del tema de la traducción algo central para saber de qué hablamos al hablar del poema. Escribió: “Lo que muestra la historia de la traducción, la historia de los poemas, la historia de los grandes poemas, es que la identidad no se opone a la alteridad, sino que la identidad sólo adviene por la alteridad.”, y su teoría del lenguaje articula poética, ética y política. Llama poema a aquello capaz de transformar una forma de vida por una forma de lenguaje y transformar una forma de lenguaje por una forma de vida. El autor considera inseparables vida humana y lenguaje. El sujeto del poema deviene la subjetivación máxima de un sistema de discurso, la invención de una especificidad y de una historicidad.
Hijo de padres judíos rusos que llegan de Besarabia a Francia en 1924, Meschonnic debe refugiarse en zona libre, a los 12 años, durante la guerra. Aprende el hebreo como autodidacta, a los 27 años, durante la guerra de Argelia y luego retraduce la Biblia al francés. El texto bíblico abre a la reflexión del traducir y para el poeta el traducir implica el desafío de transformar toda la teoría del lenguaje.
Publica estudios muy críticos sobre la obra de Blanchot y acerca de la mayoría de los poetas contemporáneos franceses. Pero a quien denuncia con más fuerza es al filósofo Martin Heidegger de quien sostiene que su pensamiento y lenguaje eran inseparables de su compromiso nazi.
Ética y política del traducir, traducido por Hugo Savino, un conocedor de la obra de Meschonnic, se vuelve un libro indispensable por el modo en el que el autor articula el tema de la traducción. Si lo que hay que traducir es aquello que un texto le hace a su lengua, es indudable que el traducir desempeña un lugar sustancial en la teoría del lenguaje.
Meschonnic argumenta discutiéndole a otros, y de esa polémica habría que subrayar algunos temas fundamentales para él. Sostiene que no son las lenguas las que son maternas, sino las obras las que lo son. No es el hebreo el que hizo la Biblia sino la Biblia la que hizo el hebreo. Ejerce una crítica encarnizada a un tipo de traducción, que para él es habitual, que denomina borrante, hecha en el marco del signo. Por el contrario, con mucha sabiduría, el autor hace hincapié en un continuo, el ritmo. “Porque no se traduce una lengua, sino lo que un poema le hace a su lengua, por consiguiente hay que inventar en la lengua de llegada equivalencias de discurso: prosodia por prosodia, metáfora por metáfora, calambur por calambur, ritmo por ritmo.”, dice Meschonnic desde una posición que es inherente a una ética que no borre diferencias, que sacuda al lenguaje y permita pensar la identidad desde el lugar más privilegiado de un sistema de discurso, ahí donde emerge un sujeto del poema.
Henri Meschonnic y un aire nuevo
acerca del tema de la traducción
Poeta, traductor, ensayista y crítico polémico dentro del ámbito literario francés, Henri Meschonnic fallecido el 8 de abril de 2009 a la edad de 76 años, hizo del tema de la traducción algo central para saber de qué hablamos al hablar del poema. Escribió: “Lo que muestra la historia de la traducción, la historia de los poemas, la historia de los grandes poemas, es que la identidad no se opone a la alteridad, sino que la identidad sólo adviene por la alteridad.”, y su teoría del lenguaje articula poética, ética y política. Llama poema a aquello capaz de transformar una forma de vida por una forma de lenguaje y transformar una forma de lenguaje por una forma de vida. El autor considera inseparables vida humana y lenguaje. El sujeto del poema deviene la subjetivación máxima de un sistema de discurso, la invención de una especificidad y de una historicidad.
Hijo de padres judíos rusos que llegan de Besarabia a Francia en 1924, Meschonnic debe refugiarse en zona libre, a los 12 años, durante la guerra. Aprende el hebreo como autodidacta, a los 27 años, durante la guerra de Argelia y luego retraduce la Biblia al francés. El texto bíblico abre a la reflexión del traducir y para el poeta el traducir implica el desafío de transformar toda la teoría del lenguaje.
Publica estudios muy críticos sobre la obra de Blanchot y acerca de la mayoría de los poetas contemporáneos franceses. Pero a quien denuncia con más fuerza es al filósofo Martin Heidegger de quien sostiene que su pensamiento y lenguaje eran inseparables de su compromiso nazi.
Ética y política del traducir, traducido por Hugo Savino, un conocedor de la obra de Meschonnic, se vuelve un libro indispensable por el modo en el que el autor articula el tema de la traducción. Si lo que hay que traducir es aquello que un texto le hace a su lengua, es indudable que el traducir desempeña un lugar sustancial en la teoría del lenguaje.
Meschonnic argumenta discutiéndole a otros, y de esa polémica habría que subrayar algunos temas fundamentales para él. Sostiene que no son las lenguas las que son maternas, sino las obras las que lo son. No es el hebreo el que hizo la Biblia sino la Biblia la que hizo el hebreo. Ejerce una crítica encarnizada a un tipo de traducción, que para él es habitual, que denomina borrante, hecha en el marco del signo. Por el contrario, con mucha sabiduría, el autor hace hincapié en un continuo, el ritmo. “Porque no se traduce una lengua, sino lo que un poema le hace a su lengua, por consiguiente hay que inventar en la lengua de llegada equivalencias de discurso: prosodia por prosodia, metáfora por metáfora, calambur por calambur, ritmo por ritmo.”, dice Meschonnic desde una posición que es inherente a una ética que no borre diferencias, que sacuda al lenguaje y permita pensar la identidad desde el lugar más privilegiado de un sistema de discurso, ahí donde emerge un sujeto del poema.
Jorge Fonderbrider, poète et traducteur argentin
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